lunes, 2 de febrero de 2009

Un Boleto al Cielo

Siempre me gustaron los deportes. Quien me conoce bien sabe que el futbol es mi pasión, y que los colores amarillo y azul del América los llevo en la sangre. Por mi equipo he llorado y he reído; he pagado las apuestas más ridículas y he ganado muchas más. Incluso, y sin exagerar, he estado a punto del infarto por un juego de mis Águilas contra el Cruz Azul...uf, tan sólo de recordarlo siento horrible.

Sin embargo, hay otros deportes que me gusta verlos y la mayoría practicarlos: futbol americano, tenis, squash, las canicas y el frontón. Y es éste último el que más practico, y del que empiezo a pensar que debería retirarme ahora que me queda una poca de dignidad. Ya verás por qué.

Hoy me levanté muy temprano después de una noche de insomnio (cosa curiosa: en la madrugada, al no poder dormir, encendí la TV y en esos momentos pasaban la película "Insomnio", con Al Pacino y Robin Williams... muy a tono), y me enfundé en mi ropa deportiva, tomé mi raqueta y mis pelotas (las de frontón, obviamente) y me dirigí a demostrarle al mundo la clase de jugador que soy.

Y vaya que lo conseguí. Oh, sí, señor.

Llegué al lugar donde libré mil batallas en un pasado que parece haber sido en otra vida. Especialmente porque en en aquellos ayeres pesaba yo como veinte kilos menos y corría diez kilómetros diarios. Hoy esos 20 kilos los como de pan y galletas al mes y esos diez kilómetros me da flojera recorrerlos en mi automóvil, pero bueno, trabajo en recuperar aquella forma.

Pronto conseguí con quién jugar y gané unos partidos. Siempre hay alguien más malo que uno; y vaya que uno está en el borde de las aptitudes para jugar. Un par de horas después ya echaba yo los pulmones por la boca, y deseaba... no.... mejor dicho, NECESITABA descansar. Así que compré una limonada y me fuí a reposar bajo un árbol cercano. Allí, sentado en una jardinera, había un niño como de 11 ó 12 años, con una raqueta más grande que él mismo. Se lo veía triste; tal vez no lo dejaban jugar por su edad (casi todos los jugadores andamos entre los 18 y 40 años). El niño veía los partidos de los demás, y se emocionaba. Movía las manos y su raqueta levemente en cada jugada, como si quisiera golpear la pelota.

No pude evitar sentir algo de compasión. Sé lo que se siente que no te dejen participar cuando hay tanta gente y tienes tantas ganas de jugar. Se veía humilde: ropa sencilla, zapatos tenis viejos y sucios, la raqueta anticuada... pero un deseo enorme por jugar. Eso se veía en sus ojos y en la sonrisa cuando alguien hacía una buena jugada. Ya era hora de regresar a mi casa, pero me dije que podía hacer algo bueno este día por alguien.

Esperé unos minutos, y milagrosamente se desocupó una cancha. Le pregunté al pequeño si deseaba jugar conmigo: me vió casi asombrado y una enorme sonrisa se dibujó en su carita, y me dijo que sí, casi incrédulo de que alguien lo invitara a jugar. Corrió a la cancha antes de alguien la fuera a ocupar antes que nosotros. Al verlo correr, tan alborozado, emocionado, la ternura me invadió el corazón. Sus piernas eran delgadas en extremo; daba la impresión de que apenas podían sostener ese cuerpo visiblemente mal nutrido y golpeado por la vida.

¿Alguna vez has sentido la satisfacción de estar haciendo una buena obra, sin esperar más pago que esa sensación de bienestar? Así me sentí yo. Sentí que, con todos mis defectos, no era yo tan mala persona. Que en un corazón como el mío había aún un pequeño lugar para la bondad. Que incluso las personas como yo aún pueden darle una pequeña felicidad a alguien.

Me pregunté incluso si el pequeño habría desayunado esa mañana, o cenado el día anterior... Ahí estaba, feliz, esperándome, con una mirada de impaciencia que me sacó una sonrisa. Ya estaba yo bastante descansado, y me levanté para jugar con él algunos partidos. Me dije que, al final, dejaría que me ganara los últimos juegos, habiéndole apostado antes una torta de jamón y un refresco, como al Chavo del Ocho, a quien en cierto modo ese niño me recordaba.

Sí, eso mismo iba a hacer... sería mi buena obra del día y sólo yo lo sabría... sólo mi tranquilizada conciencia y yo... Sería como hacer algo para adquirir mi boleto al cielo.

Pero no fué necesario.

El mocoso me ganó a la buena todos y cada uno de los juegos que tuvimos. Incluso se dió el lujo de dejarme en cero en un par de ocasiones y de darme algunos consejos para golpear la pelota en los reveses. Humillante el cómo corría yo por toda la cancha para apenas alcanzar a contestar los ataques de aquel pequeño monstruito, mientras que él apenas si se movía un par de pasos a los lados para responder los míos.

Con la cola entre las patas, le compré su torta y su refresco y, mientras pagaba, tuve que soportar el que me comentara "yo pensaba que usted era más bueno para jugar", con una amplia y estúpida sonrisa, mientras mi amor propio se los disputaban un par de perros callejeros para orinarle encima.

Me despedí de él con una sonrisa más falsa que promesa de campaña de candidato presidencial y me regresé a casa.

Porque ganas de romperle la raqueta en la cabeza no me faltaban... o de quebrármela yo mismo en la mía, por ser tan condescendiente.

O tan malo para jugar como este día.

Ya veré la semana entrante... aunque sea un juego le he de ganar.

Espero.


3 comentarios:

Andrix dijo...

jajjaja si suele pasar...yo le enseñe a la chika q canta conmigo en la iglesia a hacer mas potente la voz a falsearla a hacer segunda jajaja y ahora canta el triple mejor que yo ...y solo tiene 18 años....suele pasar..pero bue es lo q hay...peor es con mi sobrino q intente jugarle a la play de lastima y sali lastimada en mi orgullo...q complicados son los juegos ahora..pero eso si...el super feliz...y mejor asi.

Bye


Andrea

Jerry2 dijo...

Hola, Andrix!

Es feo que sucedan esas cosas, ¿no? Yo que me quise ganar mi boleto al cielo... y ese mocoso me puso en mi lugar, jejejeje... Bueno, supongo que mi intención es la que cuenta.

Honestamente, mientras leía (después de tanto tiempo) este antiguo post, me invadió la misma sensación de humillación que sentí en ese entonces, jejejeje... pero le tengo mucha estima a este post.

¡Brindemos por nosotros, los humillados!

Un abrazo.

Andrix dijo...

OK Jackin brindemos por los humillados cronicamente ..osea nosotros jajajaj pero bue....somos lo q hay...

Saludos Jackin !!