lunes, 1 de diciembre de 2008

Lo siento... yo no puedo...




El sol empezaba a descender en el cielo vespertino aquella tarde cuando, desde la planta alta del edificio de la compañía para la que trabajo, lo ví pasar al otro lado de la avenida. Con pasos cortos y rápidos, enfundado en ropas que distan mucho de ser deportivas y que dejan ver par de piernas muy delgadas, evidenciando años de falta de ejercicio, va mi padre caminando.

Lo contemplo en silencio, y no puedo evitar sentir algo que se acerca mucho a la compasión al observar su cada vez más escasa blanca cabellera, su postura progresivamente más encorvada y su andar apresurado al mismo tiempo que errático, cumpliendo el ritual de su caminata, que realiza dos veces al día, todos los días, desde hace unos 15 años, un par después de la muerte de mi madre. No lo hace por convicción propia o por deporte... al menos no lo era en un principio, ya que empezó esa rutina por recomendación médica. Aún en los años en que trabajaba, mi padre llevó una vida sedentaria que se refleja ahora en buena medida en su físico. Sin embargo, y merced a esa costumbre forzozamente adquirida, es un hombre fuerte para sus 73 años.

Algo dentro de mí, quizá esa parte de mi persona que aún es un joven, me dice que baje y vaya a saludarlo... pero no lo hago. El hacerlo será casi como comprometerme a visitarlo, o al menos a darle la esperanza que lo haré pronto o que tengo ganas de conversar con él. Será como demostrarle que soy alguien que en realidad no soy la mayor parte del tiempo. No me apetece visitarlo y siento algo de culpa por ello, porque su casa está a tan sólo dos cuadras de mi trabajo, pero voy a verlo muy de vez en cuando y siempre con prisa por retirarme.

Son tantas cosas las que me hacen sentir esa urgencia... Es incómodo el visitarlo y recibir reproches por las veces en que no lo he hecho... Es incómodo el ver que intenta hacerme sentir culpable por todo lo que le pasa... es incómodo el escucharlo pedir algo que él nunca supo dar.

Lo miro de nuevo al otro lado de la avenida, y me pregunto si alguna vez imaginó que las cosas llegarían al punto en que hoy están. Me pregunto si imaginará siquiera lo que puede estar pensando de él el menor de sus 9 hijos... que soy yo.

Y es que lo quiero, claro. Es mi papá...Pero tengo que confesar que dentro de mí le guardo algo de rencor...

Mi padre hoy puede parecer frágil, e inspirarme este sentimiento de compasión, pero en realidad él fué un hombre que en sus tiempos fué duro y hasta cierto punto insensible. Alguien que pedía una disciplina y un comportamiento que él estaba lejos de poder dar, y que, como jefe de la casa, se encargaba de exigir sin admitir réplica alguna. Y cuando de aplicar su idea de "correctivos" se trataba, no le temblaba la mano para hacerlo.

He de aclarar que él jamás nos puso una mano encima a ninguno de nosotros; nunca nos pegó. Pero siempre he pensado que hubiera preferido mil veces una buena paliza de su parte que aquellos regaños tan traumatizantes que todos en casa aprendimos a temer. El escuchar su voz enojada, implacable, pero, sobre todo... el ver su expresión... esos ojos que echaban lumbre... esa mirada que parecía penetrar nuestras mentes... eso era aterrador. Eso es lo que no podíamos soportar.

Sólo hasta después de la muerte de mi madre pude comprender el inmenso amor que ella nos tenía al protegernos hasta donde le fué posible. Le hizo frente sin armar escenas frente a nosotros, sus hijos. Pero aún así mi padre imponía a base de obstinación y cerrazón la mayor parte de las veces su voluntad.

Mi papá nunca nos inculcó el gusto por practicar un deporte, en parte porque a él no le gustaba ninguno, pero básicamente porque no le interesaba. No pasaba tiempo con nosotros. Su idea de convivir con sus hijos era el llevarnos de paseo sin prestarnos atención, el ver televisión juntos o, cuando bien nos iba, llevarnos muy de vez en cuando un domingo a un río o a la playa. Lo único de provecho que podría habernos enseñado era el conducir un automóvil (algo que por su trabajo hacía diariamente), pero nunca lo hizo. Jamás le preocupó. Para eso no le tuvo paciencia ni a mi madre, quien después de dos o tres clases prefirió mejor dejar ese asunto por la paz con tal de no tener que escuchar sus regaños. Los hijos que aprendimos finalmente a manejar tuvimos que hacerlo por otro lado y todos siendo ya adultos de casi 30 años.

Mi papá sabe escribir muy bien, y muchas veces he pensado que heredé su gusto, que no su talento, por la escritura, pero él no hizo por fomentar ésto ni en mí ni en nadie. Fué mi madre quien me enseñó a leer y a adquirir el gusto por la lectura. Fué ella quien, con su ejemplo, me hizo encontrarle el gusto a hacer ejercicio físico. Y fué ella quien me protegió a mí, el menor de sus hijos, de sufrir lo que algunos de mis hermanos sufrieron y que ella, por una razón u otra no pudo impedir.

Con algunas excepciones, ninguno de nosotros, sus hijos, fué lo suficientemente bueno para mi padre. Todo le molestaba. Todo le parecía mal. Me tocó ver cómo regañaba fuertemente a un hermano mío, Alfredo, por cambiar de posición al dormir mientras mi papá veía televisión en el mismo cuarto. Lo interpretó como una señal de molestia de mi hermano ante el sonido y la luz del televisor y eso le valió una severa e injusta reprimenda. Con el paso de los años, Alfredo prefirió dejar el hogar y hacer vida por su cuenta.

Otros hermanos míos me han contado la manera en que mi papá les ordenaba subir a la camioneta y los llevaba lo más lejos posible a donde mi madre no podía escucharlo, y los regañaba por cualquier tontería que a él le disgustaba. Esas experiencias son cosas que jamás van a olvidar. Ellos comparten mi idea de que habría sido preferible que los castigara con un buen manotazo que doliera, que con aquellas reprimendas tan espantosas.

Sí, le guardo rencor por todo ésto que les acabo de contar, no puedo negarlo a estas alturas. Pero aún así todo eso podría yo pasarlo por alto... podría olvidarlo...incluso podría perdonarlo por no haber sido el padre que todos hubiéramos deseado. Pero hay algo que definitivamente jamás voy a poder perdonarle... algo que por más que quiera olvidar no puedo hacerlo... y sé que, pase lo que pase, no podré olvidar mientras viva...

Y eso es que haya sido tan cruel con mi madre. Y no hablo de infidelidades, que las hubo. No hablo de dinero malgastado cuando tanta falta hacía en casa, que sucedió muchas veces. Hablo de que, cuando mi madre... mi pobre madre sufría en silencio los dolores del cáncer que la consumía, y que finalmente fué la maldita enfermedad que terminó tan injustamente con su vida... cuando más necesitaba el amor y el apoyo de todos nosotros... mi padre, haciendo gala de insensibilidad, cinismo y un absoluto desconocimineto de lo que mi mamá sufría en esos días... andaba de enamorado con otra mujer. Nunca voy a olvidar un día en que mi mamá, sensible como su padecimiento la hacía ser con frecuencia, le hizo un reclamo con ojos llorosos... y él sólo se limitó a hacerse el ofendido, salirse de la casa y largarse a buscar a esa mujer...

Aún se me llenan los ojos de lágrimas al recordarlo... aún siento esa rabia y esa impotencia que me envenenaron el alma en esos momentos... aún siento ese odio contra él... aún siento ese rencor tan vivo como ese mismo día en que cerró la puerta tras de sí y se largó con quién sabe quién. Porque una cosa es que no la quisiera... a ella... a la mujer más sagrada para mí... pero otra muy distinta es que la humillara y despreciara de esa forma.

No.

Nunca se lo voy a perdonar.

No soy nadie para juzgarlo, lo sé. No soy perfecto, y también he fallado ...pero yo al menos he reconocido mis estupideces y he pedido perdón.

Mi madre finalmente murió, y creo que sólo entonces él tuvo plena conciencia de lo que había sucedido. A veces creo que en el funeral sus lágrimas eran más de arrepentimiento que de dolor.

Hoy con frecuencia dice que tiene momentos de ansiedad y nos llama a un hermano mío o a mí en mitad de la noche para que estemos con él. Yo sé que es su conciencia la que lo atormenta. En más de una ocasión me ha dicho que antes de morir quiere pedirnos perdón a todos por muchas cosas; como si él supiera cuándo va a morir, o tuviera el control sobre eso. Yo sólo lo escucho y guardo silencio.

Y es que, aunque he dicho que jamás voy a perdonarle lo que hizo, en realidad no tengo nada qué perdonarle. Como dije antes, puedo pasar por alto lo que por causa suya vivimos o dejamos de vivir mis hermanos y yo. Puedo ignorar las veces que nos levantamos la voz. Pero no puedo olvidar lo que le hizo a mi madre. Y yo no puedo perdonarle eso... ni ninguno de mis hermanos.

La única persona indicada para perdonarlo era mi madre... y ya no está. Así que tendrá que esperar a que llegue su hora para saber si aún puede disculparse con ella.

Mientras tanto, tendrá que vivir con eso en su conciencia.

Lo miro alejarse allá a lo lejos, al otro lado de la avenida. Se aleja con los últimos rayos del sol, y el sentimiento de compasión es aún más fuerte en mi interior. No puedo decir que lo amo, pero sí lo quiero. Aún con todo este rencor que le guardo.

Y mientras desaparece allá a lo lejos, guiado por sus pasos cortos, rápidos y erráticos, pienso que, si con todo eso que siento por él, aún lo quiero... ¿qué habría sido si hubiese sido el padre y el esposo que debió ser?

Enjugo una lágrima, y me dispongo a seguir trabajando mientras mentalmente le digo a mi padre que, a pesar de todo, lo quiero.

A tí te amo, mamá.

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-Perfect.-
Simple Plan

Hey, papá, mírame,
Piensa en el pasado y háblame,
¿Crecí de acuerdo a lo planeado?
¿Y crees que estoy desperdiciando mi tiempo
Haciendo las cosas que quiero hacer?
Me duele cuando desapruebas todo en mí.

Y hoy me esfuerzo por salir adelante
Yo sólo quiero hacerte sentir orgulloso
Pero nunca voy a ser
Lo suficientemente bueno para tí.
No puedo fingir que estoy bien
Y no puedes cambiarme.

Porque lo perdimos todo,
Nada dura para siempre...
Lo siento,
No puedo ser perfecto.
Ahora es demasiado tarde,
Y no podemos volver atrás...
Lo siento,
No puedo ser perfecto.

Trato de no pensar
En el dolor que siento en mi interior...
¿Sabías que tú solías ser mi héroe?
Todos esos días que pasaste conmigo
Se ven hoy muy, muy lejanos,
Y siento como que ya no te importa más.

Y hoy me esfuerzo por salir adelante
Yo sólo quiero hacerte sentir orgulloso
Pero nunca voy a ser
Lo suficientemente bueno para tí.
No puedo soportar otra pelea
Y nada está bien.

Porque lo perdimos todo,
Nada dura para siempre...
Lo siento,
No puedo ser perfecto.
Ahora es demasiado tarde,
Y no podemos volver atrás...
Lo siento,
No puedo ser perfecto.

Nada cambiará las cosas que dijiste
Nada hará que esto esté bien de nuevo...
Por favor no me des la espalda
No puedo creer que sea tan difícil
El sólo hablar contigo
Pero no comprendes...

Porque lo perdimos todo,
Nada dura para siempre...
Lo siento,
No puedo ser perfecto.
Ahora es demasiado tarde,
Y no podemos volver atrás...
Lo siento,
No puedo ser perfecto.

Porque lo perdimos todo,
Nada dura para siempre...
Lo siento,
No puedo ser perfecto.
Ahora es demasiado tarde,
Y no podemos volver atrás...
Lo siento,
No puedo ser perfecto.